La soledad no es una enfermedad, pero sí puede influir de manera significativa en otras condiciones clínicas como en los trastornos de sueño, la depresión e incluso en el accidente cerebrovascular. Una nueva investigación aporta ahora datos que vinculan la soledad persistente también con el mayor riesgo de padecer enfermedad de Alzheimer o demencia.
El estudio fue realizado por investigadores de la Universidad de Boston y se publicó recientemente en la revista científica de la Asociación de Alzheimer. Los expertos en Psiquiatría de la Facultad de Medicina de dicha casa de estudios compararon el riesgo de demencia en la mediana edad, entre los 45 y los 64 años, entre las personas que manifestaban sentirse solas de manera permanente, quienes estaban solas transitoriamente y quienes no referían estos sentimientos.
Comparando todas estas variables a casi 20 años, determinaron que el riesgo de demencia aumentó en un 91% entre quienes refirieron sentimientos de soledad persistentes.
Es que si bien la soledad tiene una medida subjetiva, y todos podemos sentirnos solos en algún momento de nuestra vida, los investigadores trataron de ver las consecuencias de esta condición en la salud cerebral.
Para eso, despejaron todos los efectos posibles de la edad, sexo, educación, salud física y riesgos genéticos, entre otros factores, para llegar a la conclusión de que la soledad persistente está ligada a un mayor riesgo de enfermedad de Alzheimer y demencia después de 18 años, comparado con quienes no sufren de soledad. La soledad transitoria, en cambio, está vinculada con un riesgo menor.
“Mientras que la soledad persistente es una amenaza para la salud del cerebro, la resiliencia psicológica después de experiencias de vida adversas puede explicar por qué la soledad transitoria es protectora en el contexto del inicio de la demencia“, señaló Wendy Qiu, la autora del estudio, citada por el sitio Eurekalert.
Para los investigadores, estos hallazgos muestran la necesidad de avanzar en más investigaciones y en el diseño de intervenciones que puedan ayudar a combatir la soledad permanente y promover así la salud del cerebro y la prevención de estas patologías.
Y también, tienen otro mensaje positivo, más en este contexto de aislamiento que muchas personas deben atravesar por la pandemia de coronavirus: quienes se recuperen de esta soledad temporal pueden experimentar beneficios a largo plazo en su salud.