Los trastornos psiquiátricos refractarios son aquellos que no responden a los psicofármacos y las terapias psicológicas que se usan habitualmente. Es por eso que los especialistas en salud mental deben buscar soluciones alternativas para los pacientes que los padecen. En muchas partes del mundo, como por ejemplo en Estados Unidos, se emplea desde hace mucho tiempo y con éxito la terapia electroconvulsiva (TEC) para tratar afecciones como la psicosis y la depresión refractaria.
La TEC consiste en la inducción controlada de convulsiones mediante estimulación eléctrica (regulable en intensidad) durante períodos cortos de tiempo. Ejerce su efecto modulando circuitos cerebrales disfuncionales (neuromodulación) a través de los estímulos eléctricos.
Se emplea principalmente en pacientes con depresión refractaria y psicosis refractaria, aunque también se puede usar en el caso de psicosis por Parkinson o en agitación y trastornos conductuales severos en pacientes con trastornos neurocognitivos. Asimismo, se administra en el caso de trastornos conductuales y de impulsividad refractaria en pacientes con discapacidad intelectual o trastornos del espectro autista.
Cada sesión dura apenas entre 5 y 10 minutos. Antes de comenzar, el paciente es sedado y se le administra un relajante muscular. Una vez que está dormido, se le colocan los electrodos en la zona fronto-temporal del cráneo.
Es importante destacar que se trata de una sola convulsión de entre 15 y 20 segundos por sesión, suave, que se realiza de forma controlada por un equipo de profesionales, entre los cuales se encuentran un anestesiólogo, un cardiólogo y el psiquiatra. El paciente no siente absolutamente nada porque no está consciente, está sedado. Se trata de un proceso ambulatorio y muchos pacientes incluso se van a trabajar después de la sesión.
The New England Journal of Medicine reafirma que los beneficios de la terapia electroconvulsiva en pacientes con trastornos psiquiátricos refractarios. Si bien en países como Estados Unidos es un tratamiento habitual, lamentablemente en Argentina se realiza en muy pocos centros.
Hay un gran desconocimiento acerca de esta terapia, sobre la que aún pesa un gran estigma. Pero lo cierto es que es un tratamiento seguro.
Esta técnica se usa principalmente en adultos de 18 a 90 años, pero hay evidencia científica y experiencia clínica que avala también su uso en adolescentes con cuadros muy refractarios o con psicosis o depresiones severas con catatonia e intentos de suicidio.