Verse bien y buscar apoyo psicológico son dos aspectos muy importantes para atravesar este proceso.
Aunque el diagnóstico precoz y los nuevos tratamientos cambiaron el paradigma del cáncer de mama, aumentando notablemente la sobrevida, recibir un diagnóstico de este tumor genera un alto impacto en la mayoría de las mujeres. Es que más allá de que hoy el pronóstico es mucho más alentador que hace algunos años, atravesar un cáncer de mama no solo implica someterse a una cirugía. La operación también puede generar limitaciones posteriores en actividades habituales (como bañarse o tener relaciones sexuales) y además hay tratamientos que conllevan la pérdida del cabello. El cáncer, entonces, no sólo afecta en lo físico a la mujer, sino también en lo emocional.
Una complicación habitual es el linfedema, la acumulación de fluido linfático en el tejido blando. Esto conlleva que el brazo se hinche y puede causar dolor. Hay hasta un 10% más de riesgo de desarrollarlo tras una operación en la que se extirpan los ganglios o nódulos linfáticos, y hasta un 25% más si se recibe radioterapia en la axila. Por eso es muy importante comenzar con las medidas preventivas (ejercicios respiratorios y de movilidad de la mano y el brazo) inmediatamente después de la operación, para lo cual hay que consultar al oncólogo o ginecólogo e incluso puede ser recomendable una interconsulta con un fisioterapeuta. Si el linfedema ya se diagnosticó, el tratamiento indicado también comprende fisioterapia y además drenaje linfático y vendajes compresivos.
El apoyo psicológico
Tener un abordaje multidisciplinario del cáncer de mama es fundamental para que la paciente transite mejor física y anímicamente la enfermedad. Se estima que entre el 20% y el 60% de las mujeres con esta patología pueden experimentar síntomas de depresión, por lo cual buscar ayuda psicológica resulta clave. Además de una consulta con un psicoterapeuta, existen grupos de autoayuda de otras mujeres que pasaron por la misma experiencia.
Es muy importante que las mujeres que recibieron un diagnóstico o están atravesando un tratamiento puedan hablar de sus emociones, ser específicas con lo que necesitan y no limitarse en pedir ayuda. Hay que permitirse el tiempo de adaptación a los cambios que conlleva la enfermedad, y en este sentido tratar de verse y sentirse bien y, en caso de ser necesario, barajar las opciones de prótesis mamarias y/o de pelucas. La sexualidad también suele verse afectada: si se experimenta pérdida del deseo, se recomienda hablar con el médico para comprender los cambios que está atravesando el cuerpo y, muy importante, hablar también con la pareja de los sentimientos y expectativas.
Tanto las pacientes como sus familiares –para quienes también suele ser un proceso difícil de cursar– pueden además buscar ayuda en entidades específicas, que pueden acompañarlos en todo este devenir. Dos de ellas son el Movimiento de Ayuda al Cáncer de Mama (MACMA) y la asociación civil Sostén, que brindan distintos espacios terapéuticos para las pacientes y sus familiares y hasta dictan talleres de arte para que puedan expresar sus emociones.
El uso de la peluca
También es importante que las mujeres puedan asesorarse sobre sus derechos. En nuestro país, el Plan Médico Obligatorio incluye la cobertura total de las cirugías reconstructivas y prótesis para las pacientes que tuvieron una mastectomía. Las pelucas no están cubiertas, pero hay iniciativas solidarias como las de las ONG Pelucas de Esperanza y Pelucas Solidarias Baradero que facilitan su acceso a quienes no tienen recursos. También hay otras iniciativas que pueden ser de interés, como la de la fundación Mandinga Tatoo que tatúa areolas y pezones para que las mujeres puedan verse como antes de la mastectomía, y los talleres de automaquillaje y asesoramiento estético para disimular los efectos de los tratamientos, que se dan en varios hospitales y en MACMA y LALCEC a través de un programa de la industria cosmética.
Es que verse bien resulta fundamental. Y aunque los nuevos tratamientos de medicina personalizada han reducido la toxicidad y existen fármacos que llegan a evitar la pérdida del cabello, éste es un motivo de temor y angustia para las pacientes que pueden requerir quimioterapia. Para atravesar este cambio físico, se recomienda cortarse el cabello antes de comenzar el tratamiento, porque es menos traumático perder mechones de cabello corto que largo y, además, acostumbrarse a tenerlo corto hará que no haya que esperar tanto tiempo para volver a verse “como antes”.
Algunas mujeres optan por cubrirse la cabeza con pañuelos o gorros, pero usar una peluca puede ayudar a verse mejor. Es más fácil utilizar este accesorio con el cabello corto y es recomendable consultar con un estilista qué estilo va mejor para cada mujer. Es conveniente comprarla antes de la quimioterapia, cuando se tiene mayor energía, e incluso la mujer puede optar por un estilo y color distinto al corte que siempre llevó, para animarse al verse. En cualquier caso, hay que elegir una peluca con un forro suave que no raspe el cuero cabelludo, que puede estar más sensible durante el tratamiento y por eso mismo debe protegerse del sol y del frío extremo. Ser paciente y cuidar el cabello que crecerá, seguramente débil, después del tratamiento, son otras dos recomendaciones.
Fuente: Ministerio de Salud, Instituto Nacional del Cáncer de EE.UU., Cancer Care, Mayo Clinic, Asociación Americana de Psicología, Movimiento de Ayuda al Cáncer de Mama, Luzca bien siéntase mejor, Asociación Española de Lucha contra el Cáncer