El diagnóstico temprano con un procedimiento médico adecuado previene las consecuencias drásticas de este trastorno conocido vulgarmente como reuma o confundido con artrosis. La consulta a un especialista ante la aparición de síntomas, es clave.
La aparición de un dolor en una articulación, su inflamación o rigidez puede constituir una señal de alarma que sólo un examen médico puede decodificar correctamente. Este tipo de manifestaciones son equivalentes a los síntomas de un trastorno autoinmunitario conocido como artritis reumatoidea y su detección temprana es fundamental para evitar las consecuencias de su expansión.
El diagnóstico temprano de lo que usualmente se confunde con artrosis y algunos pacientes llaman “reuma”, es el primer paso para evitar los daños más severos: deformaciones que conllevan a una discapacidad sin retorno.
En la Argentina, existen unas 400.000 personas afectadas por esta enfermedad que no tiene causa conocida, pero sí el modo en que se desarrolla: el sistema inmune se altera y los tejidos de las articulaciones son atacados. Esta es la principal diferencia de la artritis reumatoidea con la artrosis, ya que esta última -que puede tener síntomas similares- es producida por el desgaste de las propias articulaciones.
LOS PRIMEROS SÍNTOMAS
¿Cuáles son las señales de alarma? Las manos y los pies suelen presentar dolores e hinchazón. Al avanzar, esas manifestaciones se suman en rodillas, tobillos, codos y muñecas, incluso con rigidez por las mañanas. En algunos casos, a estas señales de alarma se le suman fatiga y una debilidad corporal generalizada. En menor medida, algunos pacientes presentan cuadros febriles.
El principal error es minimizar el cuadro y combatirlo con antinflamatorios ya que de ese modo -y de manera sostenida y progresiva- avanza la artritis reumatoidea afectando la cotidianidad de las personas que la padecen. Por ello, el diagnóstico temprano permite un tratamiento oportuno que controla el impacto de la enfermedad.
La hinchazón, el dolor y la rigidez en las articulaciones, pueden ser la respuesta de algunos tejidos ante la alteración del sistema inmune, que deja de reconocerlos como propios y los ataca. Sin tratamiento, las articulaciones afectadas pueden ser destruidas.
LA POBLACIÓN DE RIESGO
¿Quienes son más propensos? La predisposición a la enfermedad no distingue géneros ni edades, aunque las estadísticas indican que la artritis reumatoidea afecta con mayor frecuencia a mujeres entre los 20 y 50 años, aunque la cuestión etaria no es determinante: se registran casos en niños.
Aunque el origen no es claro, evidencia científica indica que el el consumo de tabaco y una deficiente higiene bucal contribuyen al desarrollo de la enfermedad.
El factor hereditario no es determinante, pero investigaciones científicas identificaron genes que pueden predisponer la enfermedad. Esto implica que si en el entorno familiar existen casos de artritis, la aparición de síntomas demandan una consulta médica sin mayores dilaciones. Los especialistas reumatólogos se apoyan en hemogramas, radiología y ecografías para su diagnóstico y posterior tratamiento.
LOS TRATAMIENTOS
Cada caso tiene sus parámetros. En líneas generales es fundamental el descanso de las articulaciones: entre ocho y 10 horas nocturnas y una en la mitad del día. Pueden incluir sesiones de kinesiología con ejercicios que sostengan movimiento y fuerza.
De acuerdo al avance de la enfermedad, algunos pacientes son enfocados en la disminución de los síntomas con bajas dosis de antiinflamatorios y corticoides y otros más avanzados con medicamentos específicos y tratamientos sostenidos.
Para aquellos pacientes a los que el tratamiento convencional no ofrece los resultados esperados, existen los denominados “biológicos” que bloquean las sustancias responsables en las zonas inflamadas.
- “El diagnóstico temprano de lo que usualmente se confunde con artrosis y algunos pacientes llaman reuma, es el primer paso para evitar los daños más severos: deformaciones que conllevan a una discapacidad sin retorno”
- “Las manos y los pies suelen presentar dolores e hinchazón: esas constituyen señales de alarma. Al avanzar, esas manifestaciones se suman en rodillas, tobillos, codos y muñecas, incluso con rigidez por las mañanas”